Segundos de posesión. El “multiclub”, el primer efecto del aprendizaje (la primera temporada en la dirección técnica en APADA y Femení Santa Coloma) -Primera parte-

Artículo publicado el 23 de noviembre de 2022

Mi primer año como Director Técnico del APADA Sagrat Cor fue muy duro, ya que me topé con una entidad histórica pero anclada en el baloncesto escolar y sin organización deportiva en cuanto al espacio técnico de los entrenadores y además con entrenadores que no querían cambiar ese estatus caducado. 

La suerte que tuve es que tenía el máximo apoyo de los responsables del AMPA y también de la dirección del colegio, que veían con buenos ojos, el cambio de dinámica, basada en valores, mis valores, y que con más o menos acierto se pondría en práctica. Gracias a esta tranquilidad institucional, los cambios fueron siendo realidad y la apuesta por el cambio, basada en la formación de jóvenes entrenadores de la casa, especialmente entrenadoras, fue todo un éxito.

Haciendo un inciso, como entrenador, tuve mi experiencia con el baloncesto femenino, un infantil con dos jugadoras excepcionales que jugaban al servicio del equipo. Disfruté mucho con ese equipo y aquella experiencia, entendí de repente, las grandes diferencias entre el baloncesto masculino y femenino, especialmente a nivel emocional, y cómo sacar rendimiento de un equipo, sabiendo gestionar este último aspecto. Lo que no me di cuenta y que lo haría años después es la gran contraindicación de que entrenar a un equipo siendo el responsable deportivo del club, te puede generar más problemas que beneficios. Dicho esto seguimos con el párrafo anterior. 

Evidentemente, los cambios debían ser graduales, y así fue para que funcionaran, pero había cosas que no me gustaban nada y que para mí eran prioritarias cambiar en un futuro cercano. ¿Qué cosas eran? Dos cosas especialmente: Seguir trabajando a partir de junior y olvidarse de la competición escolar.

En los primeros de los casos, el baloncesto finalizaba cuando los alumnos terminaban su ciclo escolar (4º de la ESO) o sea en segundo año de cadete, en junior ya no podían seguir jugar con APADA Sagrat Cor, a pesar de que hubieran estado toda la vida vestidos de blanco y azul (los colores del APADA). CB Santa Coloma, UDA Gramenet y Draft Gramenet se frotaban las manos cada final de temporada y pugnaban por los mejores jugadores y las mejores jugadoras que salían del colegio y en los mejores de los casos, incluso recibían a un equipo entero. Esto para mí, era frustrante ya que aparte de echar por el suelo el trabajo hecho anteriormente, veía esa misma frustración ya veces desesperación en los jugadores y las jugadoras que se veían obligados a marchar a final de sus estudios al centro. Y me puse manos a la obra para ver que se podía hacer con esto.

La escuela de Baloncesto de APADA Sagrat Cor, en los inicios del siglo XXI / Fotografia: Archivo APADA Sagrat Cor

En el segundo de los casos, la competición escolar pasaba por el Consell Esportiu Escolar de Barcelona (CEEB), por lo que integraba a los pocos equipos que quedaban de Santa Coloma, Badalona y Sant Adrià del Besós, y que no estaban federados en la FCBQ. Durante la temporada me di cuenta de que los equipos que no éramos de Barcelona no éramos bienvenidos, encontrando todo tipo de trabas, con gran defecto diferencial con equipos de Barcelona, a los que les permitían cambiar horarios o suspender partidos los viernes anteriores a las 19.00 horas, mientras que a nosotros (los de no Barcelona ciudad) debíamos hacerlo obligatoriamente antes de 5 días, por decir algún ejemplo muy evidente.

"Haciendo un inciso, como entrenador, tuve mi experiencia con el baloncesto femenino, un infantil con dos jugadoras excepcionales que jugaban al servicio del equipo. Disfruté mucho con ese equipo y aquella experiencia, entendí de repente, las grandes diferencias entre el baloncesto masculino y femenino, especialmente a nivel emocional, y cómo sacar rendimiento de un equipo, sabiendo gestionar este último aspecto. Lo que no me di cuenta y que lo haría años después es la gran contraindicación de que entrenar a un equipo siendo el responsable deportivo del club, te puede generar más problemas que beneficios"

Esa temporada viví en primera persona, la impotencia dentro del deporte, que por suerte no suele ocurrir pero que fue una de las peores experiencias como entrenador y de rebote, como coordinador deportivo. Os cuento. El infantil femenino hizo una temporada excepcional, quedando en primer lugar de las dos fases jugadas, clasificándose para las semifinales del Campeonato de Barcelona Preferente y el CEEB no se le ocurrió otra idea que jugar las fases de las semifinales en una pista descubierta de la zona alta de Barcelona. En el reglamento de las fases decía muy claro que las fechas de las fases no se podían cambiar y que si debía suspenderse el partido, se tenía que jugar obligatoriamente el miércoles siguiente, en la pista del equipo que ganara un sorteo a cara y cruz.

Pues llovió y no pudo jugarse la semifinal, y el Liceo Francés, nuestro rival y uno de los históricos fundadores del CEEB, se negó a jugar el miércoles y el CEEB cambió sólo nuestras fases (se jugaron la semana siguiente todas las finales menos la nuestra, contradiciendo las bases de competición). Y llegó el sábado siguiente, con dos árbitros de la FCBQ, uno de ellos de Santa Coloma, con domicilio muy cerca del Colegio Sagrat Cor, y fue todo un espectáculo..... denigrante. Sacaron del partido a mis dos mejores jugadoras (yo había escuchado a los árbitros decirse antes del partido: “¿son la 6 y la 8 no?, lo que no presagiaba nada bueno) a base de faltas inexistentes (no es “pataleta” de entrenador, eran faltas a 1 metro de la atacante, inventadas) y de lenguaje grosero a las jugadoras y de amenazas y desprecios hacia mí. 

Todo fue muy humillante. El resultado fue evidente, victoria clara de Liceo Francés, que no necesitaba estas ayudas para competir, y llantos desconsolados de las jugadoras, a las que me vi incapaz de ayudar en ese momento emocionalmente, especialmente cuando el árbitro de Santa Coloma me dice al final del partido “Dales recuerdos a las monjas”, una confesión en toda regla de la premeditación de aquellos sujetos. Nunca lo olvidé aquello y sé que la vida quiso darme una lección que creo no aprendí. Siempre he intentado ayudar a los árbitros menos a aquellos que no tenían una actitud respetuosa y muy posiblemente los causantes de esta filosofía fueron aquellos dos árbitros que siguiendo las órdenes pertinentes (hoy en día no tengo ninguna duda) mancharon el baloncesto de manera insidiosa. Por suerte, ese escándalo no lo volví a vivir.

Finalizada la temporada con esta decepción, yo tenía claro las líneas maestras de la siguiente temporada y todo pasaba por no parar en la categoría cadete y seguir trabajando con la categoría junior, dando la opción a los jugadores a seguir en su APADA. Las negociaciones no fueron fáciles, pero finalmente pude darle una inmensa alegría al cadete masculino, el único equipo que se quedaba colgado aquella temporada y que se convertiría en el primer equipo de la historia de la entidad en romper los límites y que lo agradecerían 5 de los 9 jugadores formándose como entrenadores y siendo importantes en el futuro de la construcción del baloncesto en el colegio. 

Acababa mi primera temporada como máximo responsable deportivo del APADA Sagrat Cor con una gran satisfacción personal y convencido de que los cambios conseguidos habían sido por avanzar. Mientras pasaba esta temporada yo había tenido mi experiencia “multiclub” en otra entidad, en situación bastante curiosa, que conoceremos en la próxima entrega, porque también fue un capítulo muy importante para mi etapa de formación como entrenador.

David Parra


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